. Voy
caminando hacia un lugar que no conozco
Estoy frente
a una especie de silla que tiene cuatro asentaderas.
En una de
ellas me siento y soy una mujer segura, orgullosa de mi profesión. Amiga de mis
amigos, organizada, convencida. Fuerte. Con buen humor. Cojo y me masturbo como
si fuese una sola actividad. Pletórica de vanidad me visto de halagos.
En la silla
opuesta soy lamentosa. Me gusta sentarme allí para poder disfrutar de las tristezas
de la semana. Para regodearme en los miles de segundos tristes y compungidos de
mi vida. Allí extraño a todos mis amantes. Allí todos son hombres fabulosos que
dejé ir. En esa silla me equivoqué con cada uno de ellos. Allí se sientan las
ideas de los hombres que amé.
En la
tercera posición está la hija de mi padre. Una rebelde culposa que no termina
la carrera universitaria. Que trabaja en lo que sea como síntoma inequívoco de
su testarudez. Allí no soy perdonada. Allí siempre tendré lastimado el lóbulo
izquierdo y la tensión en la frente.
La cuarta
silla está vacía. La madera tiene esos hermosos dibujos. Es algarrobo, tenaz.
Fuerte. Oscuro.
Está vacía
porque no tengo idea de quién se sentará en ella.
No tengo idea.
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